26 abril 2006

Un plan perfecto

—Miguelito... ¿Puedo contarte algo, en confianza?
—Hombre Javier, eso ni se pregunta...

Javier es Javier García, dueño de GRUGARSA, el mayor conglomerado industrial del país. Ahora mismo nos encontramos en la planta noble de su sede central. Más concretamente, estamos en su cuarto de baño privado, de pie y mirando hacia la pared, hablando sin mirarnos a la cara, como hombres que somos.

—¿Tú sabes qué es a lo que voy a dedicarme cuando me retire?
—Pues no sé, Javer... Siempre te ha gustado la pesca, ¿no?
—¿Pesca? ¡Qué ingenuo eres, Miguelín!
—Hombre, como todos los fines de semana dices que te vas a no se qué río perdido de no sé donde...
—Ahí es donde quería yo llegar. ¿Puedo confiar en ti de verdad?
—Sabes que soy una tumba, Javier

Javier sonríe con una mueca pícara y, acercándose, pero sin perder la puntería, me susurra:

—Cuando me jubile voy a pasarme el día entero follando

Ni me sorprendo. Él lo nota y sonríe más aún:

—Pero no follando con cualquier fulana, no. Follando con las niñas más guapas del mundo. Una docena, por lo menos, para no aburrirme. ¡Las más guapas! ¿eh?
—Guapas hay muchas...
—No tan guapas como estas. Te lo garantizo. Y expertas. Vaya que sí. Aún tendré que esperar quince o dieciséis años, pero merecerá la pena...
—¿Quince años? ¿Te las están fabricando?
—Efectivamente

Ahora sí que me ha dejado mudo. Con qué orgullo me toma del brazo y me explica:

—Allá arriba, en el monte, tengo un caserío que era de mis abuelos. No se llega más que en todoterreno y aún así con dificultad. En el caserío tengo encerradas a doce mujeres, las más guapas que he podido encontrar. Y con ellas están cuatro mozos que me las vigilan. Mozos bien apuestos, ¿eh? No como tú. Estos mozos me las han preñado y cuando nazcan las hijas, me las entrenarán bien entrenadas en el camasutra o como se diga. Y etonces, cuando las niñas estén bien formadas y bien preparadas, me jubilo y me paso mis últimos años con ellas y un palet de viagra. ¿Qué te parece?
—Que estás loco
—Venga, Miguelín. Oye, que te invitaré un día, ¡pero tendrás que tomarte tres píldoras por lo menos!

Javier termina de sacudirse entre carcajadas. Como para mostrar su orgullo, sube la cremallera del pantalón con un movimiento rápido y desafiante. Algo pequeño y húmedo cae al suelo con un ruido sordo. Pienso que esta noche le diré a Maribel que sí, que nos compramos el Porsche Cayenne que tanto le gusta, pero que me lo tiene que dejar de vez en cuando para ir de pesca.